"La máscara del corazón es el rostro, y un gran “teatro” es la Vida, donde esa máscara, ocupa un papel protagónico y determinante, en el misterioso final de lo “Humano”.
Hipocresía, fingimientos dados por sinceros, hasta tanto el enmascarado que los da, no revele espontáneamente, la verdadera y ruin bajeza de su alma encubierta.
Tantas muecas ensayadas; tanta habilidad adquirida en busca del perfecto camuflaje, por asegurar la no revelación de su “ego” enfermo.
¡El Rostro refleja, tal cual, al Corazón!; de allí que los malvados, antepongan a su alma leprosa, muecas por velos, que variarán, según la escena en la cual le toque desenvolverse.
La intrínseca naturaleza de su SER, guarda un cromosoma de pecado y maldad, que según también el de quienes lo hayan engendrado-concebido, hace de él una irreversible vergüenza humana.
Tienen un cierto grado de inteligencia, pero, con un pero; envilecida hasta el límite, donde llegan a reconocer su tara ingénita, simulándola por todos los medios; en vez, hacer el esfuerzo supremo por querer transformarse y dejar de ser simples “androides”.
Copian patrones de Bondad y Decencia, para luego repetirlos, displicentemente, ante la victima desprevenida que tuvo el fatal momento de intentar socializar con ellos.
Su proceder solo los delataría, por lo que basta, con que los coloquemos frente al espejo excelso de las virtudes; quien les reflejará sus fealdades nefandas.
La primera persona del “verbo ser”, del presente indicativo, es: SOY y tal conjugación, es la carta de presentación del ALMA, que debe dar absoluta fe, de que se es Auténtico, más que idéntico.
Estos máscaras, también, conjugan el verbo ser, pero su verdadero verbo es: PARECER,…”parezco bueno, pero no lo soy”, mi alma enana e intrascendente, mutó en lo inentendible del soliloquio genético”.
Detrás de la identidad, hábilmente se camuflan estos especímenes réprobos, donde desde allí, por sus problemas existenciales; envidiosos de los que nos preocupamos por SER y no parecer, tienden celadas, para cortar la alambrada moral, que los mantiene a distancia.
La Identidad es el argumento fútil de la Apariencia, de donde han acuñado el estribillo: “las caras se ven; los corazones no”.”
Siendo el ALMA, quien no tiene remedio en ellos, mudan sus valores, a sus afueras; al ROSTRO, apostando todo en él; con el que con sus muecas, adornos y bisuterías, exhiben el espejismo de un ALMA que desean tener.
Así, con esa identidad de lo aparente, escalan posiciones, de las más altas, dentro de la sociedad, que los miraría con lastima, de saber sus defectos.
Asimismo por resentimiento social, como venganza, imponen un patrón de comportamiento, una nociva cultura que tiende a exaltar más, lo Exterior del ser humano, que lo de su Interior.
Un mundo donde puedan encontrar justificación para su existencia.
Podemos llamar ese mundo, sin pensar mucho, “el mundo de la belleza inversa”.
Más, sin embargo, “El rostro refleja, tal cual, al corazón”, esa verdad debemos mantenerla como Regla de Oro, para lograr sobrevivirle a esta vida bizarra.
Los que queramos aún, porque siempre hay tiempo, cultivemos el espíritu hasta que éste, alcance su inconmensurable grandeza.
Sólo el verbo vivo, nos alimentará y una vez nutridos, aunque no queramos, el ALMA mostrará su robustez, a través de la pequeña ventana de nuestros rostros.
Afiancémosnos con determinación, en los principios superiores del “Hommo Victorioso”, para que en la transparencia de nuestras interacciones diarias, demos probada fe, de que la Autenticidad es síntesis concluyente de la ETICA.
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